En una selva deambulaba un feroz león que era temido por todos los animales que habitaban allí. El león por donde pasaba quedaba solitaria la selva, era tanto el miedo de los demás animales que casi nunca se dejaban ver. El león sintió hambre de repente y salió a cazar. Cuando no encontró ni un solo animal en toda la selva, se acercó a un gran pozo de agua a beber. Cuando se inclinó al pozo y miró su propio reflejo en el agua, quedó asombrado por su apariencia fría y feroz. Al momento que bajó la cabeza para beber agua, saltó un gran delfín salvaje y lo devoró.

Ahí me encontraba yo, sin saber cómo había llegado hasta allí, sin conocer cómo podía culminar este atenuante día que ya se opacaba en su lejanía. Esperando la noche, a que llegase con su pacífico silencio, con su conmovedor sentimiento de tranquilidad y con un poco de tristeza suavizada con amargura. Ya me estaba rindiendo ante la inquietante espera de aquel ser querido, a que se reencontrara conmigo.

Lo que empezó como un juego se está convirtiendo en el peor momento de mi vida. En este instante, el tiempo se ha parado. Mi cuerpo se ha puesto frío y siento un nudo en la garganta que no me deja respirar.

Estuvimos corriendo aproximadamente 2 horas. Yo no entendía que estaba pasando, era tan pequeña e inocente, pero sabía que algo estaba sucediendo. Levanté la mirada y antes de decir algo, vi la cara que ponía mi madre de angustia. Cuando llegamos a la casa lo único que recuerdo son los gritos que se escucharon.