Ahí me encontraba yo, sin saber cómo había llegado hasta allí, sin conocer cómo podía culminar este atenuante día que ya se opacaba en su lejanía. Esperando la noche, a que llegase con su pacífico silencio, con su conmovedor sentimiento de tranquilidad y con un poco de tristeza suavizada con amargura. Ya me estaba rindiendo ante la inquietante espera de aquel ser querido, a que se reencontrara conmigo.