La última hoja del árbol se aferraba con desesperación al ramaje. El viento la acariciaba, pero ella no se rendía. Recordaba los días de sol, las lluvias primaverales y los niños que jugaban bajo su sombra. De repente, una ráfaga la arrancó. Cayó lentamente girando en el aire. Al tocar el suelo, sonrió. Ya no estaba sola. Junto a ella, otras hojas la esperaban formando un tapiz dorado.